Quiero compartir con todos ustedes una experiencia que me ha motivado a escribir esta reflexión. Hace unas cuantas semanas fui al dentista por cuestión de unas caries que tenía. El amablemente me atendió y me recostó en el sillón especial para revisar mi boca.
Gracias a Dios no me asusta ir al dentista, es más, me gusta pues sé que está haciendo un bien y no un mal. Pero lo especial de esta visita es que el para revisar y arreglar mis dientes me colocó anestesia en la mitad del labio inferior de mi boca.
Jamás había sido anestesiado en ninguna parte de mi cuerpo. Se siente que se pone poco a poco dura la parte anestesiada, se va hinchando (aunque no es así, pues es solo una sensación), y al paso de unos 15 minutos, tenía completamente duro mi labio.
Para mí era una experiencia nueva pero extraña. LO que me alarmó es que me rascaba esa parte de mi rostro Y NO SENTÍA NADA. Inclusive comencé a puyar (picar) mi labio con mis uñas, me raspaba, me pellizcaba pero NO SENTÍA NADA. En cambio si lo hacía al otro lado de mi labio sentía lo que hacía. Terminó la sesión y como a las tres o cuatro horas comencé a sentir nuevamente mi labio.
¿Qué quiero explicar? Al salir de ahí, mi corazón deseaba escribir algo como esto. Sabes, habemos muchas personas que vivimos anestesiados espiritualmente. La anestesia impide que sientas sensación alguna, impide sentir dolor alguno, se pone dura e hinchada la parte anestesiada.
Ahora, comparemos esto para nosotros. ¿No es cierto que muchas personas vivimos así? Vivimos con conciencias duras como roca, tan duras que no podemos sentir sensibilidad alguna. Hay personas que son tan insensibles que se gozan de hacerle mal a alguien. Para ellos es ver morir a una criatura de meses de nacida con un perro. Les da lo mismo si las almas se salvan o no. NO les importa nadie salvo ellos mismos.
La Iglesia actual está dormida. Insensible a la necesidad de este mundo. Vemos que los demás sufren y lloran, que viven en calamidad y desgracia, pero nos da lo mismo ayudar o no. Otros llegamos al colmo que nos da lo mismo vivir en santidad que vivir en pecado, y somos tan sinvergüenzas que nos atrevemos a llamar cristianos siendo gentes que practicamos abierta y libremente el pecado que nos ata y lleva a la condenación.
Hay corazones de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos que dejaron que el pecado, o sea la anestesia del diablo, los inyectara y les insensibilizara para no sentir o desear la presencia de Dios. El enemigo ha engañado a muchas personas y creen que están bien estando mal.
La conciencia de muchos se ha cauterizado, no hay espacio para Dios en sus vidas, y por ello vienen los suicidios, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, la pornografía, la delincuencia y muchas otras desgracias que embargan el mundo actual.
Jóvenes, Dios nos ha llamado en medio de esta generación para marcar una diferencia. No importa tu edad, sexo o condición social. No importa si te has criado con ambos padres, con uno o con ninguno; no importa si posees o no un grado académico o algún título universitario. Dios te ha escogido ENTRE OTROS MILLONES Y MILLONES DE JOVENES EN EL MUNDO para ser sal de la tierra y luz del mundo.
Si tu corazón se ha puesto duro o insensible al llamado de Dios, vuelve a comenzar. Regresa a lo básico. Pide perdón si has pecado y juntos caminemos junto a Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable.
Gracias a Dios no me asusta ir al dentista, es más, me gusta pues sé que está haciendo un bien y no un mal. Pero lo especial de esta visita es que el para revisar y arreglar mis dientes me colocó anestesia en la mitad del labio inferior de mi boca.
Jamás había sido anestesiado en ninguna parte de mi cuerpo. Se siente que se pone poco a poco dura la parte anestesiada, se va hinchando (aunque no es así, pues es solo una sensación), y al paso de unos 15 minutos, tenía completamente duro mi labio.
Para mí era una experiencia nueva pero extraña. LO que me alarmó es que me rascaba esa parte de mi rostro Y NO SENTÍA NADA. Inclusive comencé a puyar (picar) mi labio con mis uñas, me raspaba, me pellizcaba pero NO SENTÍA NADA. En cambio si lo hacía al otro lado de mi labio sentía lo que hacía. Terminó la sesión y como a las tres o cuatro horas comencé a sentir nuevamente mi labio.
¿Qué quiero explicar? Al salir de ahí, mi corazón deseaba escribir algo como esto. Sabes, habemos muchas personas que vivimos anestesiados espiritualmente. La anestesia impide que sientas sensación alguna, impide sentir dolor alguno, se pone dura e hinchada la parte anestesiada.
Ahora, comparemos esto para nosotros. ¿No es cierto que muchas personas vivimos así? Vivimos con conciencias duras como roca, tan duras que no podemos sentir sensibilidad alguna. Hay personas que son tan insensibles que se gozan de hacerle mal a alguien. Para ellos es ver morir a una criatura de meses de nacida con un perro. Les da lo mismo si las almas se salvan o no. NO les importa nadie salvo ellos mismos.
La Iglesia actual está dormida. Insensible a la necesidad de este mundo. Vemos que los demás sufren y lloran, que viven en calamidad y desgracia, pero nos da lo mismo ayudar o no. Otros llegamos al colmo que nos da lo mismo vivir en santidad que vivir en pecado, y somos tan sinvergüenzas que nos atrevemos a llamar cristianos siendo gentes que practicamos abierta y libremente el pecado que nos ata y lleva a la condenación.
Hay corazones de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos que dejaron que el pecado, o sea la anestesia del diablo, los inyectara y les insensibilizara para no sentir o desear la presencia de Dios. El enemigo ha engañado a muchas personas y creen que están bien estando mal.
La conciencia de muchos se ha cauterizado, no hay espacio para Dios en sus vidas, y por ello vienen los suicidios, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, la pornografía, la delincuencia y muchas otras desgracias que embargan el mundo actual.
Jóvenes, Dios nos ha llamado en medio de esta generación para marcar una diferencia. No importa tu edad, sexo o condición social. No importa si te has criado con ambos padres, con uno o con ninguno; no importa si posees o no un grado académico o algún título universitario. Dios te ha escogido ENTRE OTROS MILLONES Y MILLONES DE JOVENES EN EL MUNDO para ser sal de la tierra y luz del mundo.
Si tu corazón se ha puesto duro o insensible al llamado de Dios, vuelve a comenzar. Regresa a lo básico. Pide perdón si has pecado y juntos caminemos junto a Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable.
Proverbios 23:26 Dame, hijo mío, tu corazón,
Y miren tus ojos por mis caminos.
Y miren tus ojos por mis caminos.