¡Odio mi vida!

Muchos de nosotros en algún momento de nuestra vida hemos dicho esta frase. Es una expresión que el ser humano comúnmente utiliza cuando las cosas no están saliendo como quisiéramos que fueran.

Todos hemos pasado por decepciones, pruebas y angustias. Para los jóvenes, todos hemos sufrido la tristeza de una mala nota en los estudios, de un rompimiento sentimental con alguien que "amábamos", la pérdida de un ser querido, complejos de inferioridad o culpabilidad, envidia pues a aquella persona que nos "cae mal" las cosas le van muchísimo mejor que a nosotros que "somos cristianos".

La verdad me confieso, en algún momento he exclamado esta frase, en especial cuando las cosas a mi alrededor se han salido de mi control o cuando no he podido superar una decepción.

Es algo terrible, pues con ello estamos diciéndole a Dios que lo que El ha hecho con nosotros está equivocado, y como las cosas no me salen como yo quiero, Dios es injusto y malo conmigo. Muchos hasta han llegado al punto de "enojarse con Dios" (gran error).

Hoy sé que hay muchos como yo, personas de distintas edades que están pasando por una mala racha en sus vidas. Antes de echarle la culpa a Dios o a cualquiera, te invito a reflexionar en lo siguiente:

- Si las cosas me están yendo mal, ¿tengo yo la culpa de ello?
- ¿Será que me estoy alejando de Dios, y lo que El querrá es recordarme que soy propiedad de El?
- ¿Busco culpables o reconozco que tengo parte de la culpa de lo que me pasa?
- Si no soy culpable, ¿le estoy echando la culpa a Dios o al alguien?
- ¿He comenzado a guardar envidia y odio en mi corazón contra Dios y contra los demás?
- ¿Será que habrá en mi vida algún "pecadillo" oculto que no quiero que se descubra y por ello sufro?
- ¿Estoy buscando conscientemente una solución a mi situación?

Creo que hablo por muchos cuando digo que lo más fácil es echarle la culpa a otros de que las cosas no nos vayan bien. Te voy a contar un testimonio personal que me pasó hace unos meses:

"Siendo ya cristiano, ingresé a la Universidad. Ahí he conocido a varias personas que podría considerar como "compañer@s", pero a ciertas personas en especial comencé a sentir envidia por lo que ellas tenían materialmente y porque sacaban mejores notas que yo, iniciando así que el odio se adueñara de mi vida. Iba a la iglesia, servía y hacía todo, pero con el corazón lleno de amargura.

Al final de año, Dios me pegó donde más me dolía: dejé una materia. Luego de ello fui a platicar con mi pastor, y le conté TODO lo que tenía en mi corazón, incluyendo lo de la envidia y el odio. El me contestó que Dios trata con uno de varias manera, y que habla de modo que podamos entender, y El me habló a través de esta decepción.

Comprendido el mensaje, me humillé, pedí perdón a Dios y fuí a exámenes complementarios, donde gracias a Dios pasé el año y seguí estudiando. Pero cada vez que ello viene a mi mente, queriendo que nuevamente guardar odio en mi corazón, me recuerdo de ese episodio, y cada vez le pido perdón porque aprendí mi lección."

A veces las cosas nos van mal pero porque nosotros tenemos la culpa. Por ello, para aterrizar en esta reflexión, te invito a que medites, si estás sufriendo por gusto o si tienes algo de culpa en ello. SI es así, te invito a que pidas perdón a Dios y si has ofendido a alguien, lo hagas (es duro, pero necesario), y puede que Dios se compadezca de tu situación y te restaure a una vida plena en amor, libertad y perdón