¡Soy hijo del Dueño!

Salmos 2:8 Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.

Iba cierto día un muchacho caminando por unas enormes haciendas, llenas de milpas, árboles frutales, frijolares, arrozales y una gran variedad de animales de crianza como vacas, ovejas, cerdos, caballos, gallinas, etc.

De repente tuvo hambre, y simplemente tomó una manzana que estaba en una árbol algo bajo. En eso lo vió el capataz de la hacienda y muy furioso lo tomó del brazo y lo empujó.

- ¡Estas tierras pertenecen a Don Fulano de Tal! No puedes tomar lo que se te venga en gana solo por así. Debes de pedirle permiso al patrón.

- Yo no necesito permiso.- contestó el joven serenamente.

- ¿Te has vuelto loco, muchacho? ¿te crees el dueño de la hacienda?

- No - respondió el muchacho. - Yo soy HIJO del señor Fulano de Tal, el Dueño de estas tierras. Por lo tanto, todo lo que le pertenece a el me pertenece por derecho a mí.

¡Qué hermosa reflexión podemos sacar de esto! Nosotros al venir a Cristo hemos venido a ser constituidos Herederos de la Gracia de Dios, o sea, Hijos de Dios.

Jóvenes, no es por gusto que asistes a una congregación evangélica o cristiana. No es solamente por pasar un rato sin hacer nada en casa, Dios nos ha dado una promesa enorme a aquellos que ahora somos Sus Hijos.

Cuando tenemos bien fundamentado que somos Hijos de Dios, podremos tener la seguridad de que somos Hijos del Dios del Universo, El Dios que creó TODAS las cosas. Sí, ese es tu Dios, y más que ello, es TU PADRE.

Si tienes un papá en la tierra con buenas posesiones, una buena estabilidad económica, una hermosa casa y algunos lujos que te puede dar, gracias a Dios; pero el punto importante es que Dios, tu Padre Celestial, es Dueño del Oro y la Plata, es Señor de los Cielos, la Tierra, el Mar y todas las profundidades de la Tierra.

Inclusive el diablo y sus ángeles caídos se rigen bajo la Soberanía de Dios y NO pueden hacer nada sin el permiso de El.

Tu Padre celestial es grande, poderoso, sanador, dador de vida y paz, consolador, lleno de misericordia, si te caes te levanta, ¡oh, que bueno es nuestro Dios!

Cuando tu reclamas tu posición ante Dios, la cual te fue dada por mera misericordia, tu tienes derecho a todos lo beneficios y privilegios que Tu Padre te puede ofrecer.

Hoy te invito a que hagas de Dios Tu Padre Celestial. No dudes nunca, Dios te ama. El jamás te dejará, y si tu te alejas de El, o ya lo hiciste, El te espera con los brazos abiertos, con un gran abrazo de bienvenida. El no te juzga ni te condena, El te quiere dar vida y perdonarte.

Vuelve a casa de papá. El te espera con los brazos abiertos. Ven, únete a la familia más grande jamás creada: la de los Hijos de Dios.