
"Airaos pero no pequeis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo" (Efesios 4:26,27)
Estimados lectores:
¿Cuántos de nosotros en algún momento de la vida no hemos sentido algo contra alguien? La verdad es que creo que NADIE se salva de haber sentido algo en contra de alguien.
Es cierto que a veces las cosas no nos salen como desearamos, y en ocasiones la "agarramos" contra alguien para desquitar nuestra frustración.
Sin embargo, quiero hablar de algo un poco más difícil, que en entregas anteriores he tocado: EL ODIO.
El odio es un sentimiento de la carne que reina en el corazón del hombre sin Dios, que se caracteriza por un aborrecimiento o rechazo extremo hacia algo o alguien.
El odio lo podemos notar a través de las acciones, gestos, palabras y modo de ser de una persona que no se lleva bien con los demás.
Pero lo más terrible del caso es que el odio se ha metido inclusive al Cuerpo de Cristo.
Hoy en día, hay "hermanos" que odian a los demás. Es algo que se ha convertido en un estilo de vida para muchas personas.
Inclusive, hay personas que odian sin demostrarlo, lo que se llama "raíces de amargura".
La Biblia es clara cuando menciona que las raíces de amargura contaminan al hombre y nos ponen en riesgo de perder la salvación de nuestras almas.
El punto es: ¿hay raíces de amargura en TU corazón? Porque si las hay, es momento de desyerbar el jardín.
Es momento que nos analicemos el corazón y que veamos si tenemos algún resentimiento, rencor, amargura u odio en contra de alguien y enmendar nuestra situación.