El pan comido en oculto es sabroso

¿Qué hacemos cuando nadie nos ve? ¿Cuando no hay padres o líderes que nos estén controlando? ¿Nos comportamos de la misma forma dentro como fuera de la Iglesia?

Es triste saber que miles de personas no somos lo que aparentamos ser en realidad. Vivimos una doble moral, una vida de dualidad, sirviendo a 2 o más señores, lo cual es prohibido por la Biblia.

Es cierto y no lo vamos a negar: por el hecho de ser humanos, el pecado nos atrae. Nos fascina lo prohibido, aquello que no nos es permitido. Deseamos con fuerzas aquellas cosas que nos son dañinas, anhelamos aquello que nos perjudica, queremos lo que nos destruye, solo por el hecho de nuestra naturaleza caída.

Es la realidad de miles de jóvenes dentro de las congregaciones modernas: vivimos nuestras vidas a nuestro antojo, tomamos todo como un juego, vivimos irresponsablemente, sin pensar en el futuro sino solo el presente.

No estoy regañando ni criticando a nadie, solo escribo la verdad. Es alarmante el índice de libertinaje que hay en nuestras iglesias, mucha predicación liberal, sin atacar el problema que es el pecado. Miles de personas al no ser amonestadas con la verdad, vivimos el evangelio como nos de la regalada gana.

Pero también existe otro fenómeno: hay personas que conocemos la verdad, pero no la ponemos pro obra, se nos predica sana doctrina pero seguimos en el pecado. ¿Qué significa? Que pecamos porque queremos. Nadie nos obliga a pecar, nadie nos está sonsacando para que hagamos lo malo, pero aún así lo hacemos.

Es momento que veamos que eso que hacemos en secreto, tarde o temprano se sabrá, en esta vida o en la otra. Es momento de poner un alto y reflexionar en el daño que nos hacemos a nosotros mismos y a los demás. Es hora de ver las consecuencias que si nos detenemos podemos evitar. Si no paramos, ¿qué será de nuestra vida?

¿Qué estás haciendo que aparentemente nadie sabe? ¿Crees que puedes ocultarte de Dios así como de los demás? Aunque seamos maestros del engaño para mentir a otros, Dios no lo podemos engañar. Y El no desea que nos perdamos, sino que reconozcamos nuestros errores, que veamos la gravedad de nuestra condición y que voluntariamente nos reconciliemos con El para alcanzar el perdón de nuestros pecados.

Es hora que digas "NO MÁS" a lo que hago, a aquello que te separa de Dios, a aquello que te roba la paz. Es hora de declararte libre de esa adicción y decir "ALTO" a ese hábito oculto. Dios te dará la fuerza si tomas hoy la decisión correcta.