
Cuando el cristiano cede a la tentación, muchas veces su propio corazón lo condena. Después de haber estado luchando por obedecer la Palabra de Dios, es lógico que venga dolor y vergüenza cuando nos vemos en pecado.
Nadie que tenga conciencia puede permanecer tranquilo después de haber fallado ante Dios. Muchos hemos prometido y tenemos propósitos sinceros de cambiar, pero vemos que no hemos logrado nada.
Pero a pesar de como te sientas, debes entender algo: ¡ERES HUMANO! Jamás dejarás de pecar. Aunque hayas conocido a Cristo, eres y seguirás siendo un ser humano imperfecto, lleno de errores y defectos, pero aún así existe esperanza para tu vida en Jesús.
Posiblemente goy estés lleno de culpa, miedo, sentimientos de derrote e inutilidad, te sientes miserable, pero ello NO VIENE DE DIOS, sinó de Satanás. El se regociza verte caer y cuando tú te revuelcas en el polvo, el diablo se regodea de ti y disfrutar verte sufrir.
Cuando tú te sientes derrotado es cuando el diablo se aprovecha de ti. El enemigo ya sabe cuál es tu Talón de Aquiles, ya sabe por dónde llegarte, conoce en qué área de tu vida caes con más facilidad y es por ahí donde te ataca. El busca tus puntos débiles para atacarte y hacerte caer.
Posiblemente lo ha logrado y hoy te sientes mal, condenado, crees que no serás perdonado por lo que hiciste. Quizás piensas que has cometido el pecado imperdonable, pero eso es lo que Satanás quiere que pienses.
Más hoy te digo que no es así. El único pecado que Dios no puede perdonar es la Blasfemia al Espíritu Santo, atribuir al diablo lo de Dios. Negar el poder eficaz de la Sangre de Cristo para perdonar pecados. Ese pecado es lo que Dios no perdona.
Pero no significa que otro pecado no tenga repercusiones o consecuencias. Si tú has pecado, como todos nosotros, te invito a que hagas lo que dice el Salmo que está escrito al inicio de esta reflexión: ¡CONFIESA TU PECADO!
No importa en qué estés fallando o qué pecado hayas cometido, no pienses que no tienes perdón, no te sientas derrotado, no te rindas en intentarlo. Deja de esforzarte en tus propias fuerzas y permite a Dios que El pelée esa batalla por ti.
¿Por qué no puedes dejar de pecar? Porque eres humano. Todos los días de alguna manera pecarás, y yo también. Pero si dejamos que Dios nos gobierne, poco a poco veremos grandes cambien nuestras vidas y lo que hoy nos hace caer pronto será solo un mal recuerdo. Dios tiene el poder para cambiar nuestras vidas. Lo hizo con Jacob, que le cambió el nombre a Israel.
Si lo hizo con Jacob, ¿por qué no lo haría contigo? No te desesperes, Dios te conoce y te ama. Aborrece el pecado, más ama al pecador. ¿Quiéres vencer ese pecado? Deja que Dios haga la obra, y lucha cada día por vivir en santidad.