¿Alguna vez has hecho algo tan,
pero tan malo, que llegaste a pensar que Dios ya no te ama y que te ha
desechado? ¿La culpa en ti, ha sido tan profunda que no has podido ni dormir
tranquilo por las noches?
Desde
que el hombre pecó en el Edén, la culpa lo ha apartado de Su Creador. Cuando se
vieron desnudos, la primera pareja sobre la Tierra “huyeron” de la presencia de
Dios, pues sabían que lo que habían hecho era una clara señal de desobediencia
y rebeldía ante Dios.
Sin embargo, la misericordia de Dios
es uno de los temas más amplios y deliciosos de las Escrituras. A manera de
ejemplo, este maravilloso libro contiene
la historia de Manasés. 2° de Crónicas en su capítulo 33 narra que él era un
rey, pero no cualquier rey: es descrito como uno (por no decir el peor) de los
peores reyes que gobernaron Israel.
Este hombre hizo tantas cosas que
Dios desaprobaba; fue un hombre dado a la idolatría, tanto de imágenes y
estatuas como de elementos de la naturaleza, como los astros; consultaba el
zodíaco ¡quizás no hacía nada sin antes revisar “su suerte”! y (por si fuera
poco), sacrificó a sus hijos, quemándolos VIVOS para uno de sus “dioses”.
Usando
el sentido común, ¿será que este hombre tiene alguna esperanza de perdón? La
lógica dicta que “Si es malo, será malo y terminará siendo malo”.
La
Biblia continua la historia y dice que cayó preso por sus enemigos, los cuales
lo despojaron del trono y lo arrojaron en la cárcel.
Cualquiera
diría que tiene su merecido, que está en el lugar que lo corresponde; muchos
estarían felices de que se pudra en su celda aquel hombre perverso y depravado,
que hizo pecar, no solo a sí mismo, sino a toda una nación que acarreó por sus
malas decisiones.
¿Qué
hizo este hombre, estando en esa condición? Cuando se vio en la cárcel, se
acordó de Dios y oró. Usando nuevamente la lógica, ¿alguien ayudaría a este
hombre, sabiendo lo malo que ha sido?
Los
seres humanos tenemos una necesidad tan grande, la cual es el PERDÓN. Este hombre,
cuando se vio acabado y destruido, acudió sinceramente a Dios e increíblemente,
contra todo pronóstico y sin tener una razón aparente, Dios lo escuchó, lo
liberó de su prisión y lo restituyó en el trono.
¿Por
qué Dios hizo eso? Por misericordia. Ese atributo bellísimo, que puede dar algo
a alguien que no lo merece. Cuando el hombre y la mujer se humillan
sinceramente ante Su Hacedor y le piden perdón, El NO se negará a otorgar
aquello que le piden, aunque no lo merezcan.
¿Cuál
es el pecado que te ha llenado el corazón de culpa? ¿Qué es lo que te aleja de
Dios? Hoy puedes acercarte nuevamente y reconciliarte con Dios. Jesús prometió
que aquellos que vinieran a Él jamás serían rechazados.