Este versículo se repite para la mayoría de los reyes que Israel registra en las Sagradas Escrituras, específicamente después que estos morían.
Era costumbre de los pueblos antiguos el registrar todos los acontecimientos que sucedían para memoria, tanto de la actual como de las futuras generaciones. Tanta importancia le daban a ello que habían personas cuyo trabajo era precisamente documentar cada cosa que sucedía en el reino, y muchas veces con lujo de detalles.
Del mismo modo, cada día que nosotros vivimos en esta tierra queda registrado, tanto en el cielo (para eterna memoria) y en las mentes y corazones de los que nos rodean.
Y es en esto último que quiero basar la reflexión de este día. Tarde o temprano TODOS vamos a partir de esta tierra. La muerte no espera ni respeta a nadie, de hecho todos tenemos una cita con ella.
Cuando tu existencia terrenal se acabe y exhales tu último hálito de vida, ¿cómo te recordarán aquellos que te rodean? ¿Qué recuerdos tendrán de ti tras tu partida?
La historia ha sido forjada a base de HECHOS y no solo de palabras. Si bien es cierto, recordamos frases épicas o de valioso contenido, pero no son las palabras, sino la aplicación de las mismas las que les dan sentido y razón.
Hoy recordamos a muchos hombres y mujeres ilustres, que en vida puede que no fueran reconocidos, pero tras su muerte han dejado una estela de aportes para el mundo que hoy vivimos. ¿Qué hechos estás registrando por los cuales serás recordado?
Puede que hoy muchos de nosotros tengamos facilidad de palabras, poder de convencimiento y labia a rebosar. Sin embargo, no son los que hablan sino los que actuán los que hacen historia.
¿Te imaginas si Edison solo hubiese dicho "me gustaría inventar algo que ilumine al mundo por las noches" y no hubiese puesto manos a la obra para crear el bombillo? Del mismo modo, las palabras se las lleva el viento, pero las acciones quedan escritas en piedra.
Imagina por un momento que puedes visualizar tu propio funeral. ¿Qué dirían las personas de ti? ¿Cómo te recordarían? ¿De qué se acordarán más, de tus palabras o de lo que hiciste por ellos? ¿Te agradaría lo que oyeres? Algunos terminaríamos sorprendidos al oír lo que realmente los demás piensan de nosotros y a muchos no nos guste lo que escucharíamos.
Puede que no seamos tan famosos o importantes tras morir, pero podemos dejar un legado en las mentes y corazones de aquellos que nos rodean. No necesitas llenar estadios o ser una persona reconocida por todo el mundo. Puede que tu llamado no sea ir a África o a la India, pero en tu comunidad, en tu casa, en tu iglesia, en tu trabajo o en tu círculo íntimo puedes ser una persona que marque la diferencia y sea luz y sal en medio de todo.
Un ejemplo actual: todo el mundo está preocupado por el COVID-19. Las noticias malas no dejan de surgir y parece que vamos para una de las peores crisis mundiales de los últimos tiempos. Sin embargo, si tu eres aquella persona que en vez de transmitir negativismo y miedo, eres aquel que irradia fe, confianza y serenidad porque tu seguridad está en Cristo y no solo lo dices, sino que lo demuestras y logras transmitirlo a los demás, cuando todo esto pase los demás te recordarán como alguien que les ayudó compartiendo la esperanza a quiénes lo habían perdido todo.
Hermanos y amigos, es tiempo de actuar y no solo hablar. En la medida de tus capacidades y como Dios te haya bendecido, no te quedes estático y haz algo por los demás. El Señor recompensará tus actos.
El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”. (Mateo 25:40)
Es momento de actuar.